Caricaturistas

Luis Carreño, con el humor en la sangre

Luis Carreño, con el humor en la sangre Una tarde del mes de agosto de 1987 el caricaturista y periodista José Luis Carreño entró por casualidad al estudio de su padre, Jorge Carreño, quien con mucha dificultad dibujaba la caricatura que ilustraría la portada del 19 de agosto de 1987 de la revista Siempre! —Con 59 años de edad mi padre tenía una vista muy cansada y su pulso ya no era el mismo que le permitió por más de 35 años caricaturizar los aciertos y errores de los políticos mexicanos. Me ofrecí a ayudarlo, como tantas veces él me ayudó en los inicios de mi carrera. Me miró y con una expresión de orgullo me entregó su pincel para luego a pasos lentos salir de su estudio. Nunca más volvió a pintar. Lloré en silencio, entendí que ésa era su forma de pasarme la estafeta. A los 2 meses falleció. Luis Carreño es el segundo de 3 hermanos hijos del caricaturista Jorge Carreño y de la ama de casa Ema Luisa Limón Márquez. Pasó gran parte de su infancia viendo cómo su padre trabajaba día y noche para poder cumplir con sus compromisos con la revista Siempre! y el diario Novedades. —Mi padre trabajaba mucho en su estudio, incluso hasta en domingo, teníamos pocas vacaciones y muchas veces faltó a reuniones familiares. Yo admiraba la entrega que tenía a su oficio. Me gustaba verlo proyectar sus ideas; utilizaba óleo, pastel, tinta, carbón y sanguina, conocía todas las técnicas del dibujo y la pintura. Después, cuando trabajé a su lado, disfruté enormemente las charlas que teníamos mientras cada quien hacía sus propias caricaturas. Recuerdo a detalle su mirada cuando veía con orgullo mi trabajo; él siempre fue un referente, fue mi héroe, mi gigante. Si bien don Jorge no quiso influir en ninguno de sus hijos para que siguieran sus pasos, Luis Carreño, «Como sucede con los hijos de los cantantes», un día descubrió que dibujaba muy bien y que disfrutaba haciéndolo. —Hoy no me imagino haciendo algo distinto —comenta. Como ocurre con la mayoría de los caricaturistas, inició trazando dibujos de sus profesores. —En varias ocasiones fui descubierto y regañado o incluso expulsado del colegio por burlarme, a través de mis dibujos, de mis maestros. Desde entonces entendí el poder de una caricatura. Luego mi padre me enseñó a que no era necesario ser brusco, burdo o grotesco para criticar, que se podía incomodar con elegancia. Cuando tuvo que elegir su carrera, Luis Carreño pensó en ejercer alguna profesión donde tuviera que utilizar la creatividad y dibujar. Su padre para orientarlo le consiguió trabajo en el despacho del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez (diseñador del Estadio Azteca, la Basílica de Guadalupe, el Palacio Legislativo de San Lázaro, entre otros). —No me gustó, me pareció una actividad muy fría. Mi padre me propuso viajar a Francia a estudiar dibujo en la Academia de la Grande Chaumière, en París. Quería que estuviera lejos de su influencia y que yo eligiera mi camino. La estadía en Francia fue una experiencia fabulosa para el joven Luis, quien descubrió que definitivamente su vocación era ser dibujante. —En la academia aprendí muchas técnicas (la mayoría de sus obras están elaboradas en tinta, gouache, carbón y lápiz sanguina). Pero quien realmente fue mi maestro, guía y crítico fue mi padre. De él aprendí el amor por el oficio, el respeto y la valoración de esa profesión. Me enseñó a desarrollar mi creatividad, un proceso muy complejo, pues primero se conoce la noticia, luego haces un examen de las imágenes y elementos que tienes a la mano para aterrizar una idea en un dibujo y, finalmente, hay que agregarle el humor, un ingrediente fundamental y que hasta ahora no sé cómo funciona, el cual no cualquiera lo tiene y surge cuando menos te lo imaginas. Bajo la sombra. De regreso en México, y con tan solo 18 años, consignó sus primeros trabajos como caricaturista en la revista SER, elaborando carteles para cine y ayudando a su padre a realizar algunos trazos. —Entonces yo era muy joven y bastaba que me llamaran mis amigos para que dejara mi trabajo inconcluso o el material regado. Cuando regresaba encontraba recados de mi padre donde me pedía fuera responsable, en algunas ocasiones y sin decirme nada se quedó más horas trabajando para arreglar mis trazos. Con la madurez y la experiencia llegaron otros trabajos para Luis, quien en 1980 se inició en el periodismo en el diario Novedades, donde compartió espacio con Abel Quezada, Ernesto Guasp (artista valenciano exiliado en México), hasta que finalmente terminó por suceder a don Jorge Carreño. —No faltó nunca quién me preguntara si no me pesaba la sombra de mi padre. La respuesta fue siempre la misma: No, al contrario, es un privilegio ser su hijo. Su nombre me abrió puertas, me permitió conocer desde niño a grandes periodistas como Pedro Ferriz Santa Cruz y Jacobo Zabludovsky, pero fue mi trabajo el que me permitió sostenerme y con el paso del tiempo ganar un reconocimiento propio. Luis Carreño ha sido acreedor a 9 reconocimientos, entre éstos 4 premios nacionales de periodismo en caricatura y, recientemente, fue homenajeado con la colocación de su busto en el Parque de los Periodistas Ilustres en el DF. Con humor En 1995 Luis Carreño fue invitado a establecer una exposición permanente en las paredes del recién inaugurado piano-bar Polyforum Siqueiros, con caricaturas de personajes famosos. —Comencé haciendo 10 dibujos, ahora hay más de 250, entre éstos están las caricaturas de Carlos Fuentes, Rigoberta Menchú, Silvia Pinal, los cantantes españoles Raphael, Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat, el pintor José Luis Cuevas, el actor Ignacio López Tarso, etc. Fue en este lugar donde conoció a Gabriel García Márquez, quien elogió su trabajo con una frase: «Si yo dibujara como Luis Carreño, no tendría que escribir» redactó en su caricatura. Tras la muerte de don Jorge Carreño en 1987, Luis heredó su espacio en la revista Siempre! —Mi primera portada fue un homenaje a mi padre. Luis trabajó hasta 1996 en Novedades (hoy es caricaturista del diario El Universal) y en la revista, hasta 2001 (donde realizó 650 portadas). Entre él y su padre cubrieron 40 años de la historia de México. —Todos los periodistas tenemos la característica de sentirnos incómodos siempre con algo y por eso escribimos, investigamos y dibujamos nuestra inconformidad. El éxito de la caricatura radica en la coincidencia del caricaturista con el público. Este año el artista nuevamente demostró que el talento lo lleva en la sangre: En febrero tomó una carpeta con sus trabajos y viajó a España al Encuentro de Humoristas Gráficos, donde conoció al director de la fundación de la Universidad de Alcalá de Henares, quien tan pronto vio su trabajo lo invitó a exhibir sus obras en dicha universidad. —Acepté y para mi sorpresa me enteré que fue mi exposición a la que titulé De ida y vuelta, la más visitada en los últimos años y tan pronto terminó, la embajada de México en España me invitó a presentarla en junio, en el Instituto México en España, en Madrid, donde también ha tenido una gran concurrencia. El éxito ha sido tal que ya se habla de que en breve será llevada a Barcelona y probablemente siga su recorrido por otras ciudades de España. —En Europa tú pones a prueba realmente tu talento, nadie te conoce, nadie te recomienda, tu trabajo es el que habla por ti. Hoy, con 50 años cumplidos (32 de carrera), más de 750 caricaturas de personajes famosos, casado y con 2 hijos (Luis y Joaquín de 17 y 13 años respectivamente), Luis Carreño nos devela su próxima creación, en la que ya trabaja: —Quiero crear un ícono que pase a la historia, una obra que de inmediato remita al espectador a mi trabajo, tal como ocurre con la fotografía del Ché tomada por el cubano Alberto Díaz (Korda), o con la escultura del Caballito, del escultor Sebastián. Hay tan pocas cosas amables en el entorno y quiero aportar algo que arranque una sonrisa o que deje un buen sabor de boca a quien los mire —concluye Carreño.