LOS IMPACTOS SIMBOLICOS DE LA REFORMA ENERGETICA. Dr. Fluvio Ruiz A.


EL ESPACIO DE LO "SIMBÓLICO", ESTÁ SITUADO entre el orden político y el económico. Allí, la lógica política y la económica, se comunican a través de la mediación de ciertos andamiajes monetarios, jurídicos e ideológicos; socialmente construidos. Estas construcciones constituyen, al integrarse en forma coherente, el núcleo duro de un modo de regulación estatal, con plena legitimidad social.

A partir de lo expuesto en el párrafo anterior, podemos afirmar que más allá de su naturaleza intrínseca u original, ciertos eventos o datos duros, pueden tener significación o relevancia, en más de un plano de la vida social.

Así por ejemplo, la reciente reducción de la calificación crediticia de Pemex, realizada por la agencia Moody's (advertida tiempo atrás), no tiene un significado meramente financiero o aún económico; por más que sus consecuencias directas caigan en esos espacios. Esta medida es en realidad el reflejo, en el orden económico, de un conjunto de decisiones del Estado mexicano, forjadas en el nivel ideológico y materializadas en el plano político.

En particular, es producto de la clara voluntad de acotar la capacidad económica de Petróleos Mexicanos, tanto por el lado fiscal, como por el de la disponibilidad de recursos de inversión. En el primer caso, durante el proceso de aprobación de la Ley de Ingresos para 2016, hubo una negativa tajante a discutir siquiera la posibilidad de modificar el límite de deducción de Pemex, a pesar de la enorme y creciente asimetría fiscal entre nuestra empresa productiva y sus competidores, tema del que ya nos hemos ocupado antes en este espacio. Por el lado del gasto de inversión, hubo una oposición rotunda a que Pemex dispusiera de mayores recursos para invertir: ni siquiera los 7,600 millones de pesos adicionales que se derivaban de haber modificado el tipo de cambio. Estos fueron distribuidos, por la vía del techo de endeudamiento del gobierno, en el resto del Presupuesto de Egresos de la Federación. Incluso, el Congreso llegó al extremo de modificar la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria, para que los remanentes del Banco de México -que este año podrían ser particularmente elevados por la venta de dólares hecha para apuntalar al peso-; se destinaran a adelantarle el pago a los banqueros y no a inversión productiva.

En todo caso, el debilitamiento de Pemex frente a sus competidores, cierra el ciclo de una forma de participación del Estado en el sector petrolero, iniciado hace 100 con la creación de la Comisión Técnica del Petróleo. El colofón de este ciclo no pudo ser más simbólico: la solicitud de México para ingresar a la Agencia Internacional de Energía (AIE). Este organismo fue creado por la OCDE a raíz del "shock" petrolero de 1973, cuando el precio del crudo se cuadruplicó en unas semanas. Es decir, surgió para contrarrestar el poder de mercado de los países exportadores de crudo, particularmente los agrupados en la OPEP.

En aras de su independencia, México evitó tomar partido en la dicotomía AIE/OPEP, aunque en momentos críticos se coordinó con la segunda. Sin explicación alguna el gobierno ha solicitado su ingreso a la AIE. ¿El Senado de la República no tiene nada que decir?

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