TRES EN UNO (15-feb-15) AL MAESTRO PANES BATISTA, CON EL RESPETO DE SI

TRES EN UNO
AL MAESTRO PANES BATISTA, CON EL RESPETO DE SIEMPRE
Por: J. Hernández Tea
(Para la maestra Yolanda y familiares)
UNO.-El clima de la capital veracruzana era benévolo para los sureños, así que sólo usamos suéteres y dejamos las gruesas chamarras en la habitación. Nos disponíamos a salir a la calle. Transitamos el vestíbulo del hotel SALMONES y al llegar al restaurante nos detuvimos un instante. Desde una mesa lejana una persona nos hizo un saludo efusivo y decidimos responder a la cortesía personalmente. Era don Carlos Brito Gómez a la sazón presidente de la Legislatura local, acompañado de dos diputados más. Nos invitó a tomar asiento. Declinamos el desayuno pero aceptamos una olorosa taza de café.
Los legisladores dejaron de hablar sobre sus faenas de trabajo y don Carlos comenzó la charla preguntando por el clima de Coatzacoalcos, por la salud de un empresario periodístico y sin más, indagando con malicia cómo iban las problemáticas relaciones entre el impetuoso Síndico y el locuaz Alcalde. Enterado medianamente sobre este último punto, Brito Gómez hizo saber sus colegas que el Ayuntamiento actual era de oposición, surgido de las siglas del PRD, advirtiendo que no era la primera vez que el PRI perdía las elecciones municipales en el puerto, sino que antes, en 1973, Pancho King (PAC-PPS) había derrotado al candidato del PRI, el ingeniero Jaime Quintanilla Garza y enseguida el doctor Marco Antonio Castellanos López (PARM) había hecho lo propio con don Mariano Moreno Nextle en 1976.
El experimentado político nacido en Tonalá hizo sólo una pausa para tomar un sorbo de café y haciendo alarde de su buena memoria, continuó la charla. Dijo que una tercera derrota al hilo le hubiera propinado la oposición al PRI en Coatzacoalcos de no haber intervenido auténticos operadores priístas –entre otros, obvio, él-, con todo y que el abanderado tricolor fue un destacado empresario automotriz: don Juan Osorio López.
Sintiéndose en confianza y a manera de significarse como operador político contundente, don Carlos confesó algo que en tiempo y oportunidad dicho hubiera dado un giro a las elecciones y Habría cambiado el curso de la historia local: reconoció sin ambages que el entonces candidato opositor, don Julián Armando Panes Batista, del PARM, sí había ganado las elecciones en 1979, pero gracias a las urnas que contenían votación alterada y provenían de Agua Dulce –congregación de Coatzacoalcos- don Juan pudo llegar primera vez a la alcaldía.
Era obvio que Brito Gómez no reconoció a Panes Batista, que estaba sentado de frente a él. En el intercambio de saludos antes de sentarnos a su mesa apenas y hubo susurros ininteligibles de intercambio de apelativos. Mientras don Carlos festinaba su ocurrente comentario, Panes Batista Panes permaneció impávido, con los dedos de las manos rígidos y dispuestos sobre el mantel y sólo miraba fijamente al diputado. Mi temor, manifiesto por mi movimiento de cabeza hacia uno y otro y viceversa, era que el maestro tuviera una reacción airada o un reclamo directo así fuera tardío, lo que finalmente hubiera considerado inevitable, comprensible y justo así fuera a toro pasado.
Al parecer, ni Brito Gómez ni los dos diputados más notaron el severo efecto que la inusitada confesión política había causado en los invitados ocasionales. La sobremesa continuó varios minutos más, salpicada de anécdotas y chismes políticos. Llegó el momento de acudir a nuestro compromiso y nos pusimos de pie, hicieron lo propio don Carlos y los legisladores y nos despedimos con fuerte apretón de mano y en el caso de don Carlos, con un ligero abrazo.
Ya en la calle, respeté el silencio y las cavilaciones del maestro Panes. No quise forzar la conversación que suponía iba a generarle malestar. Cinco minutos de caminata silenciosa y de repente se detuvo don Julián Armando. Se me quedó mirando y con una leve sonrisa que luego se fue ampliando hasta abarcar de oreja a oreja me espetó:
-¿Escuchaste bien lo que dijo Brito? Me preguntó.
-Con cabeza y palabra le dije que sí, que el político de Tonalá había reconocido que él había ganado las elecciones municipales en 1979 a Juan Osorio López y que de no ser por las maniobras priistas, él habría sido alcalde y otra hubiera sido la historia del puerto.
Sin dejar de sonreír, con un gesto inicial de fingido enojo que se fue transformando en amplia satisfacción, me puso la mano en el hombro y, contrario a sus buenas costumbres, sólo añadió un sonoro epíteto:
¡Qué cabrones!
Y continuamos nuestro camino bajo una imprevisible y pertinaz llovizna xalapeña.
LOS HOMBRES IMPRESCINDIBLES SE MARCHAN PRIMERO
DOS.-El rumor me había llegado. El alcalde, en uno de sus tantos arranques de chifladura, y dado que todos sus esfuerzos por “desaforar” al Síndico le habían resultado inútiles, había decidido dar de baja de la nómina al profesor Julián Armando Panes Batista, suplente del Síndico y asesor en atención a la ciudadanía.
Faltaban siete meses para que concluyera la administración. Siendo el profesor Panes personal de confianza, el edil podría disponer libremente de su despido. El doble propósito era restar un vital elemento al Síndico y dejar sin salario, compensaciones y empleo al mentor.
Recordé entonces que el maestro me había platicado en alguna ocasión el deseo de él y su esposa de viajar y visitar, como fervientes cristianos, la antigua ciudad de Jerusalén. También hice memoria de que él mismo había manifestado ya no estar a gusto dentro dela administración municipal por el acoso de los funcionarios serviles al desquiciado Alcalde.
Dejé mi oficina y bajé entonces a Tesorería, para platicar, como solía hacerlo en una que otra ocasión con don Antonio Sánchez Pérez –lo que no dejaba de provocarle fricciones al encargado del erario público con el presidente municipal-, un eficiente y leal funcionario, amable y comprensivo. Después de un rato le plantee la situación crítica que veía venir en el caso del maestro Panes, persona a la que él mismo manifestaba respeto y estimación. Reflexionamos al respecto y en comunión determinamos que al profesor debería otorgársele un préstamo personal cuyo monto cubriría sus quincenas hasta el mes de diciembre. Así se hizo.
La familia Panes Batista hizo realidad su febril deseo de pisar tierra santa, mencionada en el antiguo y nuevo testamento y, al existir un préstamo de pago pendiente con el Ayuntamiento, los abogados del departamento jurídico consideraron que no era conveniente despedirlo.
De esta manera, el Alcalde no se salió con la suya y todo el personal de la Sindicatura concluyó con responsabilidad el trienio.
EL ENSEÑO ETICA : ALGUNOS APRENDIMOS OTROS NO
TRES.-En ese mismo momento pedí que me tragara la tierra, se produjera un terremoto y nos aplastara a todos y que, mínimo, un vendaval nos envolviera y nos llevara sin rumbo fijo.
Desde mi pupitre de madera observé, presa de los nervios, la figura de mi madre en la puerta del salón y llevando en una mano ¡qué horror! Uno de mis engendros.
Jamás creí que cumpliría su palabra de acudir a la escuela primaria Benito Juárez García para reclamarle a mi maestro el por qué le encomendaba a sus alumnos trabajos manuales tan difíciles de realizar y que sólo causaban desesperación, enojo, llanto, insomnio e impotencia en los niños.
Y sí, ahí estaba mi madre, de pie en la puerta y antes del recreo, por lo que obviamente ya me estaba cayendo mal el desayuno escolar ingerido por 20 centavos a las siete de la mañana.
Sin siquiera voltearme a ver, mi madre pidió permiso para entrar y fue directamente hacia el profesor Panes y sin más ni más abrió la bolsa y extrajo el objeto que tanto pavor me imprimía: ¡un simulacro de perro hecho con estropajo, alambre, pintura negra y otros materiales!
Mi madre lo intentó poner de pie y el perrito una y otra vez se negó neciamente a permanecer medianamente erguido. ¡Qué le costaba tantito! La carcajada generaliza de mis compañeros y la risa apenas contenida de mi maestro por poco y me provocan un síncope cardiaco o por lo menos una inevitable y presurosa ida a los sanitarios.
Abrumado, fui sordo a los alegatos de mi madre que con voz de trueno repelía las pausadas explicaciones de mi maestro. Yo estaba fuera de este mundo, al que sólo volví cuando mi madre pasó por mi pupitre, me hizo una caricia en la cabeza y me dejó una moneda de a peso.
El maestro Panes, después del desaguisado que en mis adentros me hacía jurar no volver nunca jamás a la escuela, pidió silencio y no sin dificultades cesaron las mofas de todos aquellos a los que les hacía velada seña de que nos íbamos a ver las caras a la salida. Sin abundar en el asunto, lo que agradecí aliviado, continuó con la explicación matemática en el pizarrón.
Terminada la clase, don Julián Armando me llamó a su mesa, y con voz patriarcal me hizo saber que las cosas no siempre nos salen bien a la primera y que hay que perseverar para conseguir un objetivo si realmente se desea. Haciendo esfuerzos por no reír, tomó “mi creación” yacente en el mueble, la agitó y dijo que yo sólo había equivocado el calibre del alambre y dejado flojos los amarres y por eso “el perrito” parecía desnutrido, desmayado o un títere sin hilos. Enternecido, me aseguró que tenía compostura y para ello hizo que viniera Peña, un muchacho mayor que ya había concluido “su perrito” y le había quedado excelente para que me echara una manita.
El día la exposición de los trabajos manuales que se realizaba en los salones del plantel primario, desde su sitial “el perrito” me sonreía feliz y me aplaudió el maestro Panes. Pero yo no le perdoné al can la vergüenza multitudinaria que me había hecho pasar y apenas concluyó el certamen, desapareció para siempre, como por arte de magia.
QEPD QUERIDO Y ADMIRADO MAESTRO JULIAN ARMANDO PANES BATISTA
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