NO HUBO CELEBRACIÓN EN CUICHAPA, VER. Dr. Fluvio Ruiz A.

COMO OTRAS FECHAS QUE ALGUNA VEZ FUERON expresión de la memoria cívica colectiva, el 18 de marzo, visto desde quienes detentan el poder del Estado, irá siendo vaciado paulatinamente de su sentido histórico profundo. Alguna vez, el entrañable Carlos Monsiváis, caracterizó a los miembros prominentes de la élite gobernante, como pertenecientes a la primera generación de quienes piensan que ser mexicano es un simple gentilicio con pasaporte adjunto. Una consecuencia es que han convertido los hechos históricos, en simples ocasiones para forzados rituales, carentes de convicción.

Este proceso de banalización, de una fecha que alguna vez fue representativa de la voluntad de reafirmación soberana de nuestra patria; se ve reforzado por el hecho de que el único resultado concreto de la reforma energética en materia petrolera, al día de hoy, es la peor situación financiera en la historia de Petróleos Mexicanos. El resto solo son expectativas: cinco contratos firmados a partir de los cuales hoy no se produce ni una sola gota de petróleo; así como 25 contratos adjudicados en diciembre, de los cuales varios no serán firmados porque quienes los ganaron empiezan ya a ver que no podrán cumplir con las condiciones ofrecidas. La perspectiva del inicio de operaciones de gasolineras Oxxo o Gulf, podrá entusiasmar a algunos pero no tiene nada que ver con el sentido político profundo de la expropiación petrolera.
Más aún, los ataques, en forma de regulación asimétrica, que recibe Petróleos Mexicanos desde varios frentes del Estado mismo, así como la asimetría fiscal y regulatoria en comparación con sus futuros competidores; nos muestran que Pemex no ha sido tratado como el organismo público que durante décadas financió una parte substancial del presupuesto de la Federación; sino como si fuera un monopolio privado que amenazara la economía nacional.

De hecho, se ha anunciado ya que Pemex tendrá cuatro años para entregar la casi totalidad de sus contratos de gas natural a operadores privados; que el Cenagas no reconocerá los 35,000 millones de pesos que valen en libros los ductos que le transfirió Pemex y que se adelanta la libre importación de gasolinas. En este último punto, hay que insistir en que Pemex deberá dar acceso a sus propias instalaciones a los operadores privados, para que éstos le puedan disputar los mercados más rentables. Ahora bien, cuando se recupere el precio del crudo y, con ello, se incrementen y regionalicen en el país los precios de las gasolinas, Pemex será instruido -ya lo veremos-, con base en el artículo 122 de la Ley de Hidrocarburos, a surtir a las regiones apartadas del país, a precios subsidiados. Una verdadera joya de esquizofrenia institucional.
Está claro que, desde la visión ideológica dominante, la competencia y el mercado son más importantes que Pemex. Tal vez por eso, según nos informa el Diario del Istmo de Coatzacoalcos, no hubo celebración en Cuichapa. No había mucho que celebrar: el campo Cuichapa Poniente, perforado por El Aguila en 1934, regresará a manos privadas. ¿Qué sentido tendría conmemorar la expropiación petrolera?

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Tay

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